Guadalajara: una fundación, cuatro emplazamientos y un aniversario erróneo

El 14 de febrero de 2025, Guadalajara, Jalisco, celebró con entusiasmo su aniversario número 483, una fecha que, sin embargo, encierra un equívoco histórico que ha perdurado en la memoria colectiva. Más que conmemorar la fundación de la ciudad, los festejos evocan el último traslado de la villa, aquel que la estableció definitivamente en el valle de Atemajac en 1542. El origen de Guadalajara, no obstante, se remonta una década atrás, cuando, en cumplimiento de la orden de Nuño de Guzmán, en 1532, Juan de Oñate fundó la villa española en un punto cercano a Nochistlán, en el actual estado de Zacatecas.

Este primer asentamiento no fue un simple acto protocolario. Como correspondía a la fundación de una villa española, se llevó a cabo la traza urbana, se repartieron solares entre los vecinos, se designaron espacios para la parroquia, el ayuntamiento y la plaza comercial, y se estableció el primer cabildo con sus dos alcaldes ordinarios y regidores, quienes juraron sus cargos ante el alcalde mayor. Con estas formalidades quedó instituida la villa de Guadalajara, un núcleo de población que, en los años venideros, cambiaría varias veces de emplazamiento hasta hallar su asiento definitivo.

El contexto en que se dio esta fundación estuvo marcado por la política expansiva de Nuño de Guzmán, quien, como gobernador de la Nueva Galicia, pretendía consolidar un territorio que no dependiera de la ciudad de México, sino que se articulara de manera autónoma a partir de nuevas villas estratégicamente ubicadas. En este sentido, la fundación de Guadalajara se inscribía en una lógica de dominio territorial y control de las poblaciones indígenas, lo cual explica la necesidad de su posterior reubicación.

El primer traslado ocurrió cuando la villa se movió cerca de Tonalá, en la actual Jalisco. Las razones fueron tanto geográficas como defensivas: la población original en Nochistlán era vulnerable ante los ataques indígenas, y el nuevo sitio ofrecía mayores ventajas estratégicas. Sin embargo, esta ubicación tampoco sería definitiva. En 1535, la villa se trasladó nuevamente, esta vez a Tlacotán, donde Guadalajara experimentó un crecimiento notable y recibió el título de ciudad y su escudo de armas en 1539. Este reconocimiento real indicaba la importancia que la Corona otorgaba a este asentamiento dentro del proyecto de colonización de la Nueva Galicia.

No obstante, la guerra del Mixtón (1540-1542), un conflicto de gran envergadura, obligó a reconsiderar la ubicación de Guadalajara. Las condiciones de seguridad eran precarias, y la resistencia de los pueblos originarios hacía inviable la permanencia en Tlacotán. En este contexto, se tomó la decisión final: el traslado de la ciudad al valle de Atemajac en 1542, donde permanece hasta el día de hoy. Aquí, la ciudad se fortaleció y se convirtió en el centro político, económico y cultural del occidente de México.

Es paradójico que el aniversario que hoy se celebra corresponda a este último traslado y no a la verdadera fundación de la ciudad. La confusión puede atribuirse a la consolidación de Guadalajara en el valle de Atemajac como el hito definitivo en su historia, lo que ha llevado a que la fecha de 1542 se considere, erróneamente, como la de su fundación. Sin embargo, desde el punto de vista histórico y jurídico, la fundación de Guadalajara ocurrió en 1532, con el establecimiento del primer ayuntamiento y la ordenación del espacio urbano en Nochistlán. Este acto es el que define la existencia de una ciudad en términos institucionales, más allá de su ubicación específica.

El caso de Guadalajara no es único. Muchas ciudades de la América española experimentaron traslados en sus primeras décadas de existencia, ya sea por motivos militares, económicos o sanitarios. La propia ciudad de México, aunque fundada en el sitio de Tenochtitlán en 1521, pasó por una reconstrucción y reordenación antes de consolidarse como capital del virreinato. De manera similar, otras urbes como Puebla, Valladolid (hoy Morelia) y Monterrey tuvieron fundaciones y refundaciones hasta establecerse en sus emplazamientos actuales.

Este fenómeno responde a las dinámicas del poblamiento español, que no solo implicaban la toma de territorio, sino también su reorganización de acuerdo con criterios de gobernabilidad y control. En el caso de Guadalajara, cada traslado respondió a necesidades estratégicas cambiantes, hasta que el valle de Atemajac ofreció las condiciones ideales para su desarrollo.

Más allá de la precisión histórica, la celebración de Guadalajara cada 14 de febrero refleja el arraigo de la ciudad en su último emplazamiento y la consolidación de su identidad en el siglo XVI. No obstante, reconocer su verdadera fundación en 1532 permite comprender con mayor claridad el proceso de su establecimiento y la lógica de su desarrollo dentro del contexto de la Nueva Galicia.

Aristarco Regalado


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Para saber más:

Aristarco Regalado Pinedo. Nuño de Guzmán. Juicio de residencia en Nueva Galicia, 1537-1538. Anabasis Project, 2024.


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