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Capítulo VII. El escudo del ser humano

Capítulo VII

El escudo del ser humano

Hedda era una maestra singular. A pesar de la apariencia que mostró anteriormente, era una persona que sabía sacar lo mejor de los demás, los instaba a ser mejores y no los abandonaba a pesar de sus fallos, probablemente una reminiscencia de los traumas de su pasado.

El primer entrenamiento consistió simplemente en entrar al agua donde había encontrado a la propia Hedda, cosa que no resultaba sencilla, ya que aquella agua estaba hirviendo.

—¿Sabes cuál es el arma más antigua del ser humano, pichoncito? —preguntó Hedda.

—¿Las piedras? —respondí, intentando adivinar.

La mujer se rió sonoramente, pero negó con la cabeza. Parecía que esperaba una respuesta como esa, a lo que respondió:

—La voluntad, pichoncito. La voluntad fue la primera arma del ser humano: la voluntad de resistir cuando todo es hostil hacia ti, la voluntad de pelear ante un enemigo superior, la voluntad de proteger a tus seres queridos, incluso la voluntad para gobernar sobre tu propio destino. Esa es el arma que vas a forjar aquí.

Mientras hablaba, señalaba el agua hirviente y luego su propia aura, que fluía como un humo rojo a su alrededor.

—Me he dado cuenta de que, cuando no estabas viendo mis tetas, te fijaste en el aura asesina que mostré ante ti, cosa que te inspiró terror y casi hizo que te orinaras en los pantalones.

Se inclinó y tomó un poco de agua con la mano rodeada por su aura. Sin mostrar ningún gesto de dolor, su mano permaneció intacta.

—Esa aura es la que te puede proteger de la temperatura del agua, del inclemente frío del invierno y de la voluntad de otras personas. Tendrás que aprender a imbuir tu cuerpo con tu propia voluntad para poder avanzar.

La mujer se desnudó y entró al agua como si nada; incluso parecía relajarse y divertirse con todo ese asunto.

Volví a ruborizarme, pero me concentré en el entrenamiento. Cuando acerqué la mano al agua, pude sentir cómo el calor insoportable comenzaba a quemar mi piel, haciéndome retirarla rápidamente.

—Pichoncito, no existe la oportunidad de que tú entres aquí; o tienes la certeza de que vas a conseguirlo o te marchas ya de una vez y, de paso, renuncias a tu destino autoimpuesto.

Miré el agua burbujeante, temeroso. Recordé cada entrenamiento con mis maestros, cada paliza recibida a lo largo de los años, incluso recordé cada meditación, cada vez que amaneció y yo seguía entrenando.

Si hubiera prestado atención a mí mismo, podría haber visto cómo un aura azul comenzaba a brotar de mi cuerpo. Me envolvía con un abrazo gentil, volviéndonos uno solo. El aura comenzó a apartar el vapor de agua, llenándome de una seguridad que nunca había sentido.

La mujer me obsequió una bella sonrisa y se limitó a ver cómo entraba sin miramientos al agua, sin exhalar ni un solo quejido, ni un solo lloriqueo.

Los entrenamientos continuaron hasta que pude manifestar mi voluntad sin necesidad de proyectar recuerdos cada vez que lo necesitaba. Pasaron los meses hasta que Hedda me dio el visto bueno, finalizando por fin el entrenamiento del joven guerrero.

Cuando volví a mi pueblo, nadie fue capaz de reconocerme; incluso mis padres se sorprendieron cuando me vieron cruzar el umbral de nuestra casa. Había vuelto convertido en todo un guerrero, no había rastro de la vanidad juvenil ni de inseguridades, no había dudas ni pensamientos innecesarios, solo una voluntad y una misión.

—Padre, tenemos que hablar.

Nos sentamos a conversar frente al cálido fuego del hogar. Le hablé sobre mi largo entrenamiento llevado a cabo durante los últimos años. Mi padre me habló sobre la muerte de amigos y conocidos, sobre los saqueos y sobre las tierras de Francia, las cuales eran un objetivo tentador y un sueño para él.

Pero había algo más rondando en mi mente, algo que superaba a todos los otros pensamientos. Miré a mi padre a los ojos, podía ver el cansancio en ellos; palabras que nunca había dicho asomaban pero no salían, era una lástima.

—Padre, tengo un destino que debo cumplir, una misión que finalizar, y para ello necesito a tus hombres. Por eso te desafío a un duelo por el control de nuestro pueblo.

***

*El siguiente capítulo estará disponible la próxima semana en la sección Novela por entregas

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